Buenos días, a tu lado
Me desperté espatarrada con una pierna encima de la de Iván,
no sé cómo demonios aún no se había caído de la cama, ya que yo ocupaba más de
la mitad y lo tenía acorralado a punto de vérselas con el suelo. Lo empujé
suavemente hacia el centro de la cama y yo me fui a lavar la cara y despejarme
un poco. Pero ya cuando salí con la idea de preparar el desayuno, él ya me
había adelantado, por el olor diría que preparaba tortitas. Le beso el hombro
al llegar a su lado, y él me lo devuelve en la mejilla.
Después de desayunar, decidimos ir a pasear por los jardines
del parque que tenemos en frente de la casa. Todo es tan romántico con un par
de flores y nuestras manos entrelazadas...Intercambiamos millones de besos y
diferentes formas de decir "Te
amo" hasta llegar a la plaza, donde por lo visto iba a haber una feria a
la tarde, porque estaban ya preparando todos los cachivaches. Como ya se
acercaba a la hora de comer, pensamos que sería buena idea ir a comer a un
restaurante cercano para no tener que ir hasta casa, cocinar y volver. Nos
zampamos un buen filete en el primer restaurante libre que pudimos coger, y de
postre, un rico bizcocho con chocolate fundido dentro. Habría que ver quién de
los dos es más goloso, si él por untar el dedo con el chocolate restante o yo
por chupárselo antes de que pudiera ni tan siquiera probarlo. Lo dejé
enfurruñado por el chocolate y me fui a pagar la cuenta, pero él vino corriendo
detrás mía y nos enzarzamos en una disputa sobre quien pagaba la cuenta. Todo
por llevarme la contraria. Al final el pobre camarero aceptó el dinero de los
dos solo para acabar con aquello.
Ya con el estómago bien lleno nos fuimos a la feria, nos
pasamos todo el día allí; montamos en trescientas atracciones (en varias casi
dejamos nuestro filete allí plantado), comimos algodón de azúcar, jugamos a
estos juegos de puntería (que más bien son de pura suerte) e Iván me ganó
cuatro peluches (los que faltaban para que esa noche él sí que acabase en el
suelo)...Y ya iba anocheciendo cuando estaba tan agotada que me tumbé en un
banco mientras Ivi estaba en el baño. Solo lo escuché farfullar algo sobre
"porqué los baños públicos nunca tienen papel" antes de que me cogiese en brazos y me
quedase profundamente dormida.
Sinceramente, discutiría mil veces sobre quién paga la
cuenta solo por tener días como este a menudo.
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